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los antropófagios

    I

    …un día de mi pasado lejano; sin saber por qué y para qué, decidí salir tras las ballenas. Ellas pasaban todas las temporadas de flores frente a las costas de mi patria.

    ….con canoa y remo me hice a la mar… las seguí y me maravillé de su danza y canto. Sus chorros bañaban mis espaldas. Eran tres, eran cuatro, …eran amables… Olas sin cresta de redondo lomo mecían mi canoa. El golpeteo de sus colas contra el agua me empujaron mar adentro.
    …se hizo la noche, las ballenas desaparecieron y me encontré en un mar oscuro, sin saber dónde estaba mi aldea.

    …remar en la oscuridad era inútil, opté por dormir y esperar el amanecer.
    …el nuevo día mostró un mar sereno y horizonte redondo: sin ballenas y sin costas…
    me supe perdido y dejé mi canoa a la deriva… esperando que las corrientes me llevaran a casa.

    …ese primer día fue de sed… el sol abrasador lastimó mi piel… en la noche sentí frío, mucho frío y hambre.
    …el segundo día fue de mucha sed, hambre y miedo…
    …el tercero sentí que entregaba mi espíritu a la larga noche y me reuniría con mis ancestros, cargado de vergüenza por haber muerto de esta forma.
    …creo, fue después del cuarto día cuando empecé a perder noción del tiempo, confundiendo aurora y ocaso, mañana y tarde; solo el frío me hacía saber que era de noche.
    …ms ciegos e irritados ojos solo veían fulgores amarillos y rojos; no percibían el mundo de los objetos; en la oscuridad mi visión era azul lechoso.

    …los intestinos dejaron de crujir y mi garganta igual que tizón en llamas transmitían dolor a mis entrañas
    …anhelé vivir mi muerte. el sufrimiento era insoportable.
    …rayos y truenos anunciaron tormenta, viento fuerte y arremolinado embravecieron el mar…

    …es costumbre en mi raza esperar la muerte, no buscarla… y esta era mi oportunidad de irme de esta vida, que me causaba tanto dolor. …con esfuerzo logré sentarme, evitando que mi cabeza golpeara contra el fondo de la canoa. las olas eran bravas e irregulares… aferrado a los bordes evité salir despedido…

    …ya lo dije, la muerte se espera.

    …todos sabemos lo que es bueno y grato: y esa torrencial lluvia colmó mi cuerpo de caricias; mi boca abierta al cielo, recibió mil gotas de vivificante agua; rememoré la leche de mi madre, renací, sentí que viviría, lloré de alegría.
    …mar calmo después de la tormenta. Aún ciego, mis ojos empezaban a ver formas… de mis muslos, de mis mano, de mi canoa, no era más lo que ofrecía el desolador paisaje… el remo ya no estaba, … quizás fue en las muchas veces que estuve a punto de zozobrar que salió de la canoa, no lamenté su pérdida, de nada me servía. …en el fondo de la canoa tenía agua de lluvia, quizás para días, antes que el sol la evaporarse, o el movimiento del mar la derramara…

    …lacerante hambre lastimaba mis entrañas.
    ¿Por qué tanto dolor, donde antes no lo había?

    …casi ciego y a la deriva, podía esperar poco… el hambre era mi naturaleza, yo estaba hecho de hambre, la alegría del pasado la devoró el sufrimiento, los recuerdos se perdieron; no había otro recuerdo que este dolor… yo era dolor. …la fiebre y el monótono rítmico golpeteo del agua en el casco de la canoa, me hizo entrar en un letargo… no se cuanto tiempo… pero si, la sensación de haber vivido en un mundo de atroces pesadillas. … soñaba que era devorado por millares de hormigas, o que atado a una roca hirviente el sol abrasador me derretía, o un lagarto negro y grande como mi mano abría con sus infames garras mi sumida barriga y con brusco escarbar hacía madriguera.

    …dentro del sueño, escuchaba un lastimero croar de un pájaro… empecé a regresar a la realidad, la verdadera pesadilla que era la vigilia, vi un pájaro, una paloma, era una gaviota; me invadió la alegría… señal de que la costa no estaba lejos. …la infeliz gaviota igual que yo estaba perdida, mi canoa fue alivio a su cansancio y a su inevitable muerte…. me acerqué, la tomé, no opuso resistencia… pensé en devorarla, comerle hasta las plumas…

    …me contuve.

    …ella igual que yo éramos esperanza de vida. tomó mucha agua y se acurrucó en la proa. la llamé Alba. …el tiempo es largo y filoso, el viento en el mar gime, el sol es cruel, la noche fría y horrenda. Alba y yo, esperábamos con el fervor de la necesidad, salir de ese inhóspito mar. …con el agua almacenada también bañaba mis afiebrados ojos… debía conservar todo lo que pudiese de mi. …en la tregua que daban mis delirios, noté que Alba no estaba, señal de que encontró tierra o fue en busca de alimentos… más tarde regresó y yo seguí con mi realidad.

    …era mi amiga, quise abrazarla y la abracé; noté su buche repleto, la muy ingrata estuvo pescando y no me invitó, yo que compartía con ella, mi agua y mi canoa… la apreté y arrojó dos peces, no más grandes que mi dedo índice, aún se movían. …mordí el primero, lo partí, no tenía gusto, solo sentía algo sólido en mi boca… traté de tragar, no pude… había olvidado comer. Masqué, masqué y eso se convirtió en un caldo pastoso, lo tragué y después siguió el otro pescadito… Poco me importó lo que pensase Alba…

    ¡Hurra cené!

    Día tras día, el mismo paisaje desolador y horizonte circular, espumas peregrinas coronando crestas de olas enanas… olas torpes, que iban y venían… aguas azules de un mar profundo. …exuberante ocaso… saludaba la llegada de la luna… y esa estrella temprana, la más grande, la más bella, la misma que miraba desde niño.

    …era la noche… me acosté y miré las estrellas… eran las mismas de mi patria. …me soñé en un mar inmóvil, brisa con arena; quietud y viento canturreante… había encallado, estaba en tierra firme… me salvé…

    …alba no estaba.

    …enclenque salí de la canoa… ¡Esta no es mi patria! … era otro paisaje y otros aromas. …con esfuerzo me tuve en pie, mis pies sobre la arena me llenaron de gozo; los primeros pasos fueron torpes y vacilantes; asido del borde de la canoa, la circundé. …soledad, más soledad, no había pájaros… vi cangrejos, supe cual sería mi comida.

    …playa angosta, arena blanca y ahí nomás la espesa selva. …de un lado el mar, en el medio la playa y del otro lado una extensísima pared verde: la selva….los dos horizontes eran iguales y en lontananza se unían mar, arena y selva… opté por un camino. caminé la mañana, el sol abrasador me obligó a buscar sombra. …comí hierbas y en el letargo vi palmeras y cocos en el suelo… desperté tarde, las moscas molestaban mi ulcerada piel. Comí coco, agua de coco y grillos. Froté palma de aloe en todo mi cuerpo. …también fabriqué una lanza de bambú, que me serviría de arma y báculo… encontré un riachuelo, en su desembocadura un lago, vivienda de mil insectos… remonté el riachuelo, en dos jornadas llegué al manantial. …manaba de las grietas de una montaña rocosa; bebí de sus cristalinas aguas.

    …muy cerca de allí, la tierra se hizo árida y a lo lejos el valle de los baobabs. …viví muchos días en la tierra de los baobabs.

    …los boababs son altos, gordos, sombríos y muy amables; cargados de frutos, nutritivas hojas y henchidos de agua… los baobabs me alimentaban y dormía en sus anchas ramas… el valle terminaba abruptamente en un bosque de empinadas y altas piedras… parecían puntas de lanzas sembradas por colosos… me encaminé a explorar el bosque rocoso. …escarpados riscos, grietas, hendiduras, escalinatas, puentes y losas planas sin ninguna inclinación; pronto me encontré en una de sus altas cimas… el bosque no tenía fin, o hasta allá llegaba mi visión. Grité: hola; las rocas contestaron: hola. Grité otras palabras; las rocas siempre contestan lo que se les grita. …encontré huevos de algún pájaro, demás está decir que hice con ellos, también deliciosas lagartijas.

    …una tarde los vi; eran varios, muchos… en apariencia hombre y muy iguales, acostados en la playa de un lago interior, algunos boca arriba, otros de espaldas… pero todos ellos como ocupando un lugar pre establecido. No se movían… agoté mi garganta tratando de llamar su atención; también las rocas se unieron en disímil coro… ni se inmutaron, se que me escuchaba, me ignoraban. …entonces los visitaría.

    II

    …imposible la entrada al lugar de esos hombres… por más que mirase desde las cimas, o desde suelo, no la encontraba. Gasté días en esta tarea… apunto de desistir de mi empeño, ese día me hallaba a los pies de altos pizarrones imposibles de escalar y seguro de que al otro lado vivían ellos; a pocos pasos y a los pies de esos pizarrones, un foso de límpidas aguas, a poca profundidad percibí entrada a un supuesto lugar, me zambullí en dirección a la entrada de esa gruta, traspasé el umbral… nadé hacia arriba y salí, en el interior de una inmensa caverna, tan grande como para albergar diez baobabs … y al fondo un hueco, también lo traspasé y me encontré en la playa de los hombres.

    dije: hola, esta vez sí, me miraron con desagrado. …no hubo respuesta… por más que me esforcé con diferentes palabras no logré comunicación… el sol fue más fuerte y casi al mismo tiempo, se levantaron apoyando la misma mano en la arena. en orden y en calma se dirigieron a la caverna, algunos pasaron a mi lado… no hubo agresión ni cordialidad… el agujero los obligaba a entrar a rastras… todos con iguales movimientos, quizás los más simples.
    yo fui el último…

    el interior algo oscuro, se podía ver, inundado en tenue luz indirecta, venía de lo alto, de algún hueco, o ventana del intrincado y abovedado techo; también luz que se colaba por el agujero de entrada y tenue resplandor del agua por donde entré. Cada hombre ocupó un lugar, de rodillas apoyaron las palmas de las manos en sus muslos, cabeza abajo y ojos cerrados. Yo de pie me sentí incómodo, hice los mismo. pasó mucho tiempo, quizás media tarde, y ellos en la misma posición… oscureció, al mismo tiempo se irguieron y en orden… y a rastras, ya lo dije, traspasaron el agujero.

    …afuera y supongo ocuparon su habitual lugar. … permanecieron en pie mucho tiempo, hasta mi aburrimiento… me fui, conocía el camino de regreso al valle de los baobabs; por ahora, estos hombres y su mundo no me habían deparado ninguna sorpresa. …los visitaría mañana.

    …aclarando el día, me encaminé al lugar de los hombres. No sabía como llamarlos: hombres de la caverna, o durmientes, silenciosos. Llegué, ellos acostados en la playa… a igual distancia unos de otros… saludé, ni por aludidos… me senté, me acosté igual que ellos. …rato después volví a sentarme… necesitaba amigos; ¿qué hacían?, ¿qué comían?, ¿qué lengua hablaban? …todo igual que el día anterior.

    …de comer no vi nada… me fui muy tarde.

    …ya en la rama del baobab, mirando mi estrella favorita, evocando a mi gente; no podía dejar de pensar en los hombres silenciosos. decimos en mi aldea: cuando los pájaros cantan; razón tienen… y quería encontrar la razón de la actitud y forma de vida de ellos. …día tras día, mis amigos persistían en su quietud contemplativa y yo desistí de todo intento de conversación. Me propuse entenderlos. elegí mi lugar, e igual que ellos me tendí en la arena. no los vi comer, no los oí hablar, no los vi defecar… solo el ritual de levantarse al mismo tiempo cuando el sol arreciaba y salir de la caverna al ponerse: siempre con pasos seguros y armoniosos se dirigían a su lugar. …hombres color canela, físico joven, diferentes edades, barba y pelo atrofiados… ojos elocuentes, marrones y chiquitos, sus caras plácidas y serenas.

    …llovió torrencialmente… en sus caras la callada euforia que les causaba el agua afloraba en su piel místico éxtasis. al tiempo se pusieron de pie, levantaron caras y brazos al cielo; en solemne ritual vivieron este trance. …un rayo estruendoso y luminoso cayó en nuestro lago; yo conmocionado, ellos ensimismados.

    III

    …escuché, o pensé que alguien dijo: Pan; instantes después y a unísono, contestaron: pan. La respuesta en coro fue diáfana y perduró… yo seguí oyéndola y pensándola…. apoyando la misma mano en el suelo, al mismo tiempo y con iguales movimientos se levantaron. Muy cerca del agujero de entrada de la caverna, pizarras de piedra en apariencia limitaban la playa… pero eran entradas a otras estancias desapercibidas. …allí fueron, uno, el mayor dirigía al grupo se detuvo frente a una mesa de piedra con algo arriba y cubierto de una lona.

    …ese algo era del largor de un hombre y del grosor de un dedo. El supuesto jefe con afilado cuchillo de piedra cortó pedazos del tamaño de media mano, lo repartió uno a uno; fue la primera vez que compartí miradas pertinentes con un integrante del grupo.. el dudó un poco, al fin también recibí un pedazo de ese algo; el último fue para él; tapó el sobrante suficiente para otra sección. Todos con la porción en la mano esperaron hasta que el líder lo llevó a su boca… Lo introdujo y dejó la boca a medio cerrar, apretando la cosa entre lengua y paladar… los demás hicieron lo mismo… yo fui el último.

    Sabor a rancio y hierbas…
    ¡agradable!

    …pero muy poco. …eso se derritió en la boca… Lo tragué… grata sensación quedando una cáscara insípida… ellos también terminaron su ingesta… y se dirigieron a otro lugar, allí una montaña del tamaño de dos hombres de estas cáscaras. Las pusieron arriba de la última… al lado de otra pequeña montaña blanca… eran dientes y muelas de humanos. Se dirigieron al lago… entraron agua hasta el pecho, agacharon la cabeza y bebieron.

    …ese día no tuve hambre, al siguiente tampoco; tres días estuve con ellos y con una sola ingesta de esa extraña porción. …en la maravillosa tarde del tercer día me olvidé de pensar y empecé a ver y a sentir los mil colores del cielo… y el lenguaje universal del viento. fue muy grato ese trance. empecé a saber de la vida de mis amigos… placer en la quietud, silencio en los pensamientos, dando espacio a que otros sentidos captasen lo existencial y universal.

    …al cuarto día tuve necesidad de alimentarme. En esos lugares la comida era variada y abundante: cocos, frutas, huevos de aves, frutos de los baobabs, lagartijas, grillos… muchos, muchos alimentos… pero la sensación de bienestar que me dejó la comida de los hombres silenciosos era irremplazable. Los visitaba a media mañana y me quedaba tendido hasta que el sol arreciaba, después a la caverna arrodillado y con las manos en los muslos… siempre en obligado silencio… de nada me valdría hablar, no encontraría interlocutor. …una mañana los vi pasar, eran diez… Llevaban cerbatanas y dos varas de cuatro brazas. …saludé en mi jerga, ni me miraron… traté de seguirlos, dos dieron vuelta y vinieron contra mí; los empujones fueron convincentes… no estaban interesados en compañía.

    …se perdieron en la distancia… ingresaron en la selva.

    …me dirigí a la morada de ellos, todos levantados… esos quietísimos hombres que los creí incapaces de alguna industria, con suma pericia tejían dos redes tubulares de cáñamo retorcido… piedras en forma de cilindro les servía para dejar los ojales de la red de igual tamaño…. otros retorcían el cáñamo sobre sus muslos. Y otros machacaban hierbas y hojas en una batea de roca. …algarabía, gritaban: pan-pan, pan-pan… los cazadores entraron con dos hombres inconscientes atados de pies y manos colgando de la varas. En el cuello les noté el moretón que posiblemente les habían dejado los dardos lanzados por las cerbatanas. …los desataron en la parte más lejana del lago…metieron en sus bocas bolos de hierbas… y con sus dedos empujaban para que los tragasen, fueron varios bolos y después mucha agua que le echaban y cerrándoles las fosas nasales los obligaban a tragar. …les apretaban con fuerza el estómago… les daban más agua y volvían a estrujarlos…seguro que le dejaron los intestinos limpios. Después lo supe, que el dardo con que los cazaron era un fuerte narcótico… con efecto de varios días… vale decir que esos hombres no padecieron dolor.

    …colocaron los cuerpos sobre mesas de piedra… los cubrieron con las hierbas y hojas que habían machacado… los recubrieron de leche de caucho… dejaron orear… los metieron dentro de las redes que habían tejido… después mucha leche de caucho formando un gran capullo… tres días al sol; los capullos se inflaron dos veces su tamaño… en la pared oscura de la caverna, pares de agujeros del tamaño de un puño y con varas insertadas a manera de repisa servían de soporte a los capullos… eran muchos los capullos. …estaban libres las repisas que aguardaban por los recientes… ahí descubrí de qué estaba hecha la porción con la que me habían invitado… tan placentera para cuerpo y espíritu. …igual que la vez primera, la palabra: pan; la escuché o la pensé… instantes al unísono: pan fue la respuesta… coro perfecto, una sola palabra y perduró en resonancia… se levantaron, nos levantamos… el mismo líder, lo seguimos al lugar; cortó y repartió “eso”… fui el penúltimo… la misma manera de comer, fuimos al lago, agua hasta el pecho, agachar la cabeza y beber… salir.

    …los movimientos eran coordinados, no por disciplina, más bien reflejo de la costumbre… hasta la tardecita quedaron de pie, inmóviles, mirada en blanco, después hubo movimientos rítmicos de sus cuerpos… nacía en la cintura con un leve contorneo hacia abajo y hacia arriba… cuello, cabeza y pies. …sabían lo que hacían, sabían danzar. …simultáneamente un susurro: “pan-pan-pan”… muy suave y entre labios repetían indistintamente esta palabra compuesta de tres pan… melodía, las voces calmas y sonoras… convirtieron el ambiente en un afinado instrumento de percusión. …aquello era danza y canto; imaginé que así cantaban y danzaban los primeros hombres del planeta en agradecimiento a los creadores. …la melodía se fue apagando… el recuerdo perduró en mis oídos… se dirigieron a la caverna… dentro de la caverna en un rincón corrieron una tapa y entraron a otra contigua… yo los seguía, taparon la entrada… el lugar suficiente para alojar a la colonia arrodillada y espacio a los lados para extender los brazos… en el centro un capullo… nuevamente entre labios musitando las palabras pan-pan-pan y en sus cuerpos el sereno contorneo de una danza existencial…

    …el líder con una estaca puntiaguda de piedra perforó el capullo… un un gratísimo olor a exquisitas hierbas y rancias carnes inundó el hermético lugar, ellos levantaron los brazos y unieron las palmas en plegaria. …el canto, el rítmico movimiento de los cuerpos, el olor, hicieron de esta instancia un solemne acto. …no sé cuánto fue el tiempo en este ritual; mi ser viajó a un lugar sin pensamientos… solo sensaciones percibidas por no sé qué parte de mi mente. …en sus rostros el reflejo de importante comunión… el silencio llegó, alguien corrió la tapa y salieron lentamente… los tres últimos incluido el líder trajeron el capullo…en el lugar indicado y sobre la mesa lo colocaron, lo abrieron lateralmente en dos hemisferios, sacaron los dientes y muelas, era lo único entero y los arrojaron con cuidado en la montaña blanca.

    …todos se tendieron en la playa… silencio contemplativo. ..cuantas y tan diferentes son las estrellas, que lumínica y colorida es la noche… la emoción del ritual aun en mi. Placer en la quietud, ausencia de ideas y deseos. Ese estilo de vida era sublime. …una mañana aciaga de cielo tormentoso; lo vi venir, con decisión… apuntó hacia mí con su cerbatana; fue casi al mismo tiempo… el dardo en mi cuello, mi mano sobre el dardo, y ese frío de mil estrellitas que recorrió mi cuerpo… todo fue silencio, pesado y blando volumen me sentí… de esta forma los antropófagios me excluyeron de su aldea, lamenté y añoré hasta el día de hoy esa forma de vida tan particular. …ese fue el segundo hogar que perdía en poco tiempo.

    …desperté muy cerca del pueblo de los Malgaches, ellos me auxiliaron, me enseñaron su lengua y también fueron mías sus penas y sus alegrías.

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